Jugar a rol es un acto lúdico y social. Por ello es muy importante, básico, usar la empatía, educación y moderación con la gente que practicamos esta afición.
No es la primera vez que hablo del contrato social y no será la ultima, aunque ya hacia algún tiempo que no hablaba de ello. La culpa de esta reflexión la tiene Ángel de Hijos del rol por compartir esa charla tan chula llamada El rol es Amor, que realizo en las Rolea2017.
Como el concepto de contrato social es tan amplio me centraré en algo específico, como hice las veces anteriores. Esta vez quiero hablar de cómo nos cuidamos nosotros mismo, seamos jugadores o directores de juego.
El respeto es algo básico en cualquier relación entre personas, si no hay respeto comienza a ejercerse un desequilibrio y a alzarse barreras que hace que exista una separación entre ellas y no lleva a nada bueno. Esto es algo que no hace falta decir. Todos sabemos que si no tenemos respeto por alguien y lo hacemos saber, sobre todo de manera brusca e intencionada, las relaciones pueden acabar en enemistades y desencuentros. A todos nos gusta que nos traten con respeto, incluso a aquellos que no tienen nada o se creen que no son nada. Posiblemente estos necesitan más respeto que ningún otro. Pero, al igual que tratar con respeto a los demás es básico, es igualmente básico respetarnos a nosotros mismos, aunque este concepto no sea tan conocido o pueda ser malinterpretado.
Respetarse a si mismo es quererse, es cuidarse y es concederse a nosotros mismos que tenemos algún valor para los que nos rodean. Es necesario para ser felices en nuestro día a día pero tambien para que cuando hagamos lo que hagamos, estemos más motivados. Esto en el rol, es igual de importante que en la vida fuera de esta afición.
Poca gente lo sabe pero, cuando se participa en un rescate, una de las primeras cosas que hay que valorar es la seguridad, el saber que nosotros, los “rescatadores” somos importantes y no nos ponemos en peligro (absurdo al menos). Si nos arriesgamos de forma temeraria no solo no podemos salvar a la victima, sino que nosotros seremos otra victima más.
El respeto por uno mismo en los juegos de rol actúa de forma similar. Cada componente del grupo de juego es importante y debemos saberlo. Ninguno es más importante que otro, aunque algunos tengan más responsabilidades y por ello se asuma que su “importancia” es mayor. Si no nos respetamos a nosotros mismos, es decir, sino no nos valoramos, creeremos que nuestras acciones en partida valen menos que el resto y con esa actitud se tiende a dejar actuar al resto sin nuestra colaboración o a no aportar ideas que podrían resolver las dificultades de la trama.
Cada miembro de la mesa de juego es importante. Puede que no conozcamos las reglas al igual que el resto, pero conocer las reglas no es fundamental (al menos en juegos no tácticos). Puede que no llevemos tanto tiempo jugando como el resto de jugadores, pero eso en muchas ocasiones no significa nada. Puede que nuestra interpretación no sea tan genial como la de otros, pero las ideas que portamos aportan lo mismo en el juego.
Sabiendo que sea cual sea nuestra condición, conocimiento de las reglas, experiencia, edad nos podemos divertir y ayudar a crear esa historia que se crea en común, es cuando de verdad nos divertiremos y ayudaremos a que los demás jugadores se diviertan. A la definitiva, ese es el verdadero objetivo cuando quedamos para jugar nuestras sesiones de juego. Divertirnos.
Un jugador acobardado, que se cree que por no saber las reglas no vale tanto, que deja hacer a los demás porque no conoce la ambientación, un jugador que no se valore a si mismo permanecerá más callado y con toda posibilidad afectará a su capacidad de improvisar, de crear, etc. un jugador que se crea menos que el resto afectará a la sesión de juego. Se notará que no actúa de forma homogénea y se convertirá en el eslabón débil. No por qué lo sea, sino por que actuará como tal.
Quererse a si mismo, saber que merecemos el mismo respeto que los demás y que podemos aportar tanto o más que los demás, no significa que debamos creer que somos mejores que los demás. Hay gente que parece que vive la vida y el juego de ese modo. Cuando escucho a alguna gente decir que lleva jugando más de 20 ó 30 años y parece que con ese hecho el resto deben callarse ante sus resoluciones, no puedo sino echarme la mano a la cabeza.
Es básico no sentirnos inferiores, hacernos conocedores de este respeto por nosotros mismos, pero sin olvidar que debemos respeto al resto de miembros de la mesa. Nadie es más que nadie en la mesa de juego. Ni el director de juego. Es cierto que esta figura con su mayor responsabilidad en algunos juegos tiene más peso en ciertos conceptos. Por ejemplo, podría faltar uno de los jugadores, pero si falta él no hay partida. Eso no indica que sea él más importante, porque si falta él el resto de jugadores podrían montarse otra partida, aunque es cierto que sin ese jugador es probable que no se pueda continuar esa historia.
La próxima vez que vayáis a vuestras sesiones de juego recordad esto. Quereros a vosotros mismos, es la mejor manera de ayudar al resto de jugadores pues querer es poder.